Resiste al algoritmo, sal de la burbuja

saliendo de la burbuja

Lo que tú crees que “todo el mundo dice” en las redes sociales solo se dice en tu muro. Un oscuro algoritmo construye un relato de la opinión pública distorsionado específicamente para ti. No es solo lo que eliges seguir, que eso ya te delata. Es que el robot te sugiere contenidos y perfiles, te envía una alerta diciendo que tus amigos han compartido esto, y tú te sientes impelido a hacer lo mismo para sentirte parte de la manada.

Lo inteligente es dudar de las propias convicciones. “Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace?”, preguntaba Keynes. Pero el mundo digital nos vuelve inflexibles, tozudos, sectarios, porque los algoritmos detectan nuestros prejuicios y los alimentan todo el tiempo. ¿Es posible resistirse?

 

Somos perros de Pávlov, dice Jaron Lanier, el pensador más provocador de Silicon Valley. Las redes nos dan caramelos o carnaza, palos y zanahorias, para modificar nuestro comportamiento. En su beneficio y el de sus anunciantes, aunque “no está bien llamar publicidad a la manipulación directa de las personas”, escribe Lanier en un libro de título explícito: Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato (Debate). Estas aplicaciones, argumenta, están diseñadas para generar adicción. Y han desatado la radicalización que corroe las democracias, porque impulsan a los líderes “más agresivos, autoritarios, paranoicos y tribales”.

Confiesa Lanier que él mismo se volvió peor persona cuando ejerció de bloguero en el Huffington Post, obsesionado como estaba por los comentarios. En las redes, “las personas normales suelen transformarse en idiotas porque los idiotas reciben la máxima atención”. Incluso cree que Donald Trump es más peligroso por su compulsión tuitera: “No está actuando como la persona más poderosa del mundo, porque su adicción lo es más aún”. Así que hasta Trump, pobre, «es también una víctima».

¿Demasiado catastrofismo? Sí, pero es oportuno el toque de atención. Explica Daniel Innerarity que hemos pasado muy rápido “del ciberentusiasmo a la tecnopreocupación”. De Internet iba a surgir la democracia directa y lo que sale es gente como Bolsonaro; igual que a los jóvenes de la Primavera Árabe que se levantaron por la libertad les cayeron dictaduras nuevas. Estamos en la fase de desilusión.

Quizás no haga falta que te borres de Facebook, Twitter o Instagram. ¿Y si haces el ejercicio de seguir a personas interesantes que discrepen abiertamente de tu visión del mundo? El verdadero diálogo, decía Bauman, es con los distintos a ti, lo otro es escuchar el eco de tu propia voz. ¿Seremos capaces de educar al algoritmo para que entienda que queremos mantener la mente abierta? Es misión de cada uno romper su propia burbuja.

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